Gema Granados: del corazón al papel, sin intermediarios

Un día sintió la necesidad imperiosa de abrir su alma de par en par y ventilar, soltar sus preocupaciones, sus miedos, todo lo que pesaba y no valía, y atesorar todo lo bueno: el amor, la alegría, la fuerza, el cariño, la gente de verdad. En un mundo de mentiras, de injusticias, de hacernos zancadillas, de miradas de rabillo de ojo y cuchicheos a la espalda, estamos necesitados de verdad. Gema Granados cuenta la suya a corazón abierto, a manos llenas…

Ángel: ¿Estás preparando el segundo libro o estás pensando ya en él?
Gema: Sinceramente, ahora mismo no estoy pensando en otro libro. Lo que tengo claro es que voy a seguir haciendo lo que he hecho hasta ahora, que es escribir entradas de blog, que es como comencé, y que publico en una página de Facebook, que es donde más movimiento hay.

Á: ¿Cuántos seguidores tienes en Facebook?
G: Sobre mil novecientos cuarenta o así. Eso me anima, el ver que la gente responde y le gusta, así que seguiré escribiendo ahí. Si a lo mejor de aquí a un par de años puedo hacer un recopilatorio y me animo pues lo haré, pero de momento no se me pasa por la cabeza, ¡menudo lío!…

Á: ¿Y cómo fue el paso entre esas entradas que escribes en tu blog a trasladarlas al papel en un libro?
G: Pues me fueron animando un poco miembros de la familia y algunas amigas, que me decían que quedaría bonito hacerlo un libro, a los que más les gustaba lo que publicaba, y viendo que tenía el material justo para hacer un libro pequeño, me lo pensé. Me puse en contacto con una editorial y me dieron facilidades, así que me dejar así el trabajo hecho y un recuerdo para siempre, por lo que, poco a poco, me fui animando más.

Á: ¿Contactaste con la editorial, hablaste con ellos, les presentaste el manuscrito?
G: Sí, me dijeron que habían visto el blog y les parecía que por qué no les mandaba un documento digital en Word para supervisarlo y ver si lo publicaban o no. Entonces al poco tiempo contactaron conmigo y me dijeron que se podía publicar, animándome a hacerlo. Entonces empecé a seguir los pasos.

Á: ¿Tienes en tu familia antecedentes a los que le guste escribir o de dónde te viene la inspiración?
G: Yo no soy, ni me considero escritora. La gente ahora me dice que sí, que lo soy. Pero no, en mi familia no hay ningún escritor.

Á: ¿Pero esa capacidad que tienes para expresarte de esa manera tan natural cómo surge? ¿Escribías de niña o lo has aprendido leyendo?
G: De niña pequeña siempre me ha gustado. Mi madre siempre me decía “¿Es que no sabes sentarte a ver la tele sin un cuaderno y un boli?’’ porque yo cuando estudiaba me ponía a escribir sobre mí, pero no iba más allá. Luego de mayor pues sí, a lo mejor si me enfadaba con alguien o me preocupaba por algo me ayudaba escribirlo. 
Luego ya desde que fui madre tenía más material. Con los dos embarazos tuve mucho tiempo para reflexionar, donde hice un viaje a mi interior, pues tenía mucho tiempo para mí. 

Á: O sea, que en tus dos embarazos tuviste tiempo para reflexionar y hacer un viaje interior y personal hacia ti misma.
G: Sí, en los embarazos y luego después pasé una racha más complicada, con un dolor crónico que tardaron en diagnosticar. Estuve varios meses sin poder trabajar y todo ese tiempo, mientras cualquier otra persona lo dedica a leer o ver la tele a mí me dio por escribir.

Á: ¿Escribir te libera?
G: Es la mejor terapia, se la recomiendo a todo el mundo. Me siento muchísimo mejor, me quita peso de encima y me siento más feliz.

Á: Digamos que escribir para ti es como hacer gimnasia mental.
G: Pues sí, ahora he empezado, después de catorce años con mis hijos a cuidarme un poco, pero es verdad que me ha ayudado mucho anímicamente.

Á: ¿Y de qué hablas en tus relatos?
G: Hablo un poco de todo: de mis miedos, de mis preocupaciones, de cosas que yo siento que he aprendido y que me gustaría que pudieran ayudar a alguien más, o a inculcarles a mis hijos cosas que me han costado tiempo aprender.

Á: La vocación de todo escritor es que lo lean, pero tú tienes una intención primaria que es escribir para ti, para liberarte. ¿Tú escribes para ti o para los demás?
G: Bueno, ahora ya puede ser un poco combinación de las dos cosas. Si yo pienso y siento que esto va a llegar a gente a la que pueda ayudar pues adelante, pero en principio no. Las primeras cosas que escribí eran cartas para mis hijos, que yo entregaba a cada uno de ellos, individualmente, otra para mi madre y mi padre… Pero son eso, cuatro o cinco cartas, el resto son vivencias… Por ejemplo de gente que está atravesando alguna enfermedad, como el cáncer de mama, porque he tenido varias amigas que lo han pasado, o personas que hayan tenido que pasar por fecundaciones in vitro, como es mi caso, y hay temas que la gente los toma como un tabú y son las cosas más naturales del mundo. Hablar de esos temas ayuda muchísimo. Hablar con naturalidad y pensar que no se acaba el mundo. A mí me dijeron que no podía tener hijos y tengo tres, luego… todo es posible. En fin, cuento un poco lo que me ha pasado a mí y le pasa a mucha gente, entonces si sirve para animar y ayudar a gente que esté pasando lo mismo, pues me sentiré genial.

Á: Volvamos a tus inicios, en tu época de estudiante no tuviste nunca la inquietud de dedicarte a escribir ¿por qué te decantaste por enfermería?
G: Me gustaban las carreras de ciencias en las que podía ayudar a los demás, dudaba entre fisioterapia, medicina, enfermería…

Á: ¿Y no sentías para nada la vocación de escribir tan fuerte como para dedicarte a ello?
G: No, de hecho, no creo que tenga la imaginación ni la capacidad para inventar una historia, por eso digo que no soy escritora. Sólo sé contar mis reflexiones, contar lo que he aprendido, y contar las conclusiones que estoy sacando a mis cuarenta y dos años, tras haber pasado por unas dificultades determinadas.

Á: Escribes sobre vivencias, sobre lo que a ti te ocurre, ¿no? ¿No crees que tengas capacidad para novelar?
G: No, de hecho, mi hija pequeña siempre me dice que podría escribir un libro de cuentos infantiles. A lo mejor lo intento y escribo uno, pero no me siento preparada ni capacitada. Lo único que sé hacer es esto, contar mis reflexiones e intentar que lleguen cosas que siento y a mí me vienen bien y que creo que, viendo el panorama actual, a la gente le gustaría oír: cosas buenas, bonitas, que salen del corazón. 
Y no hay más… siento que puedo contar vivencias de manera que llegue más a la gente, me entusiasmo más, pero no considero que tenga otra capacidad especial.

Á: ¿Tú utilizas todo aquello que escribes para trasladárselo a tus pacientes? ¿A la gente que entra al quirófano con una dolencia?
G: Sí, yo siempre intento sacar algo. De hecho el otro día saqué una foto en planta de una herida e hice una entrada para el blog y la leí en la presentación, porque siempre relaciono una cosa con otra. Es lo que tengo. Llevo veintiún años siendo enfermera y nueve en quirófano, yo creo que he empezado a ser mejor profesional cuando me ha tocado ser paciente, cuando he pasado frío, miedo, vergüenza…, sobre todo cuando me dijeron que mi hija podía nacer con problemas. Le dije al anestesista que no me soltase la mano y eso fue un soplo de vida para mí, por eso yo ahora ofrezco mi mano antes de que me la pidan.   
    
Á: Es lo que algunos llaman el tacto de las emociones, ¿no? El estar cerca del paciente.
G: Claro, yo ahora valoro mucho más eso, el cariño. Como mi padre ha sido muchas veces paciente cuando veo a un hombre de su edad pienso en tratarlo de la misma manera que me gustaría que tratasen a mi padre o si es una mujer pienso en tratarla de la misma forma que tratarían a mi madre. Si es un niño pues igual, me decían que sólo yo me comporto así, porque en el quirófano entra un niño y le pongo Clan y le doy mi móvil. Claro, yo pienso en cómo me gustaría que tratasen a mis hijos. Yo sé que a una niña con 3 años le gusta Peppa Pig y claro, ¿por qué no se la voy a poner?
Todo esto me ha hecho reflexionar un poco más, me ha enseñado muchas cosas, a ser agradecida cada día, por eso traslado al trabajo lo que he aprendido fuera.

Á: Hay una frase en tu blog que leía esta mañana que me ha gustado mucho, dice: ‘’Mi trabajo me ha hecho comprender que cada día normal es el mejor de los regalos’’.
G: Pues sí, es que no valoramos lo que es estar un día sin un dolor y cuando pasas una racha que no tienes ni una sola hora sin dolor y tienes un rato sin él estás muy feliz. Pero yo cuando paso a la UCI y veo a la gente llena de dolor pienso que tenemos motivos para estar felices y dar saltos de alegría. 
En la familia también hemos pasado situaciones así y, por eso, cuando llego al hospital y me encuentro que no hay nadie en esas circunstancias pues me pongo muy contenta. Esto lo aprendes con los años cuanto te ha pasado, cuando has sido paciente, familiar, acompañante, etc… No es que yo sea especial ni saque conclusiones que no ha sacado nadie, sino que he puesto palabras a lo que mucha gente siente o piensa, pero que no se para a decirlo.

Á: Tienes capacidad para transmitirlo con naturalidad, digamos que es tu gran virtud, saber plasmar negro sobre blanco tus emociones y sentimientos. Tienes mucha suerte, eso libera mucho…
G: Hay dos amigas que me dicen que mi libro es el primero que se han leído en su vida, porque, según ellas, parecía que estábamos tomando café y que les estaba contando lo que pienso. Entonces no se trataba de leer un libro, era como estar conmigo contándoselo yo. Creo que nos complicamos mucho, la vida es así de simple…

Á: ¿Cuáles son tus preferencias literarias? ¿Tú lees mucho?
G: He leído mucho durante muchos años, pero llevo unos años leyendo poquísimo. Por razones personales empecé a leer otra vez los libros de Lucía, Mi Pediatra, la cual está haciendo una labor alucinante. Ella se podría quedar con todo su conocimiento para sí misma, pero en lugar de ello, comparte temas médicos, además de sus sentimientos y relaciones con sus hijos. Igual que Lucía cuenta las cosas de sus hijos y ayuda a la gente pues yo también tengo otras cosas con las que ayudar.
De hecho, le regalé mi libro porque sus últimos libros son los que me he leído y son los únicos con los que he llorado hasta decir basta. Entonces le dije ‘’Te hago este regalo porque siento que me has dado el empujón para hacer lo mismo que tú’’.

Á: ¿Vas a seguir escribiendo? ¿Con qué periodicidad escribes?
G: Yo voy a seguir escribiendo y, mínimo, escribo una entrada a la semana en el blog. 

Á: ¿No sientes especial pudor para tratar determinados temas personales que quizás  otras personas evitarían hacerlos públicos?
G: Eso también lo conté en la presentación. No creo que hable de intimidades como tal. Creo que son cosas que me han pasado a mí, con mi hijo, que siento hacia mi madre, mi padre…, y que es fácil que cualquiera sienta lo mismo; o los mensajes que yo transmito a mis hijos que cualquier madre se los transmitiría a los suyos. 
Que media ciudad sepa que mis hijos los he gestado por fecundación in vitro me parece algo muy natural y frecuente y es de lo que más orgullosa estoy. No me da vergüenza. Si es verdad que alguna amiga me decía un día que le encantaba lo que escribía, pero que me exponía demasiado y yo le decía que no me importaba. A mí lo que me importa es que la verdad que cuento no sea mentira. Entonces, no me avergüenzo. 
Si así puedo ayudar a alguien, mejor. La gente es un mundo y la que tiene problemas para tener hijos es otro problema más de la vida que se puede solucionar, si es que se quiere buscar, y si no se puede, pero quiere ser madre, hay otras opciones.

Á: ¿Has enseñado tu libro a algunos pacientes?
G: No, de momento no. Mi hija pequeña salió el otro día muy contenta de clase porque su profe había leído un capítulo. Hoy lo comentaba con mi marido, hay algunos temas que me gustaría leer a la clase de mis hijos adolescentes, porque algunos temas les vendrían bien. Me gustaría que llegaran a otros adolescentes, porque a lo mejor les llegaba algo más de lo que escribo. Porque a mí me hubiera gustado que me hubieran dicho algunas cosas de las que cuento. Por ejemplo, con el tema de los hijos, donde la gente se lo callaba todo y había como secretismo y vergüenza. Cuando me vienen algunas compañeras con problemas pues las animo, porque son cosas normales.

Á: Tienes un poco de psicóloga también, ¿lo sabes?
G: Sí, se me da bien animar. (rie)

Á: Ahora tienes el peligro de que recurra todo el mundo a ti para pedirte consejos (risas).
G: Se me da bien, me gusta hablar, pero también escuchar. Me gusta reírme, pero si hay que llorar pues lloramos con quien haga falta.

Á. ¿Y para ti qué es la enfermería?, ¿qué supone? 
G: Pues una forma de vida.

Á: ¿Es una profesión o es una vocación?
G: Hay profesiones que son solo eso, profesiones, pero esto es una profesión y una forma de vida, porque no solo eres enfermera en tu turno de trabajo. Yo lo soy en mi casa y si voy a comprar y le pasa algo a alguien soy enfermera o si pasa algo en la calle igual, en cualquier sitio. Sí que es verdad que lo lleva consigo la profesión: el querer ayudar y estar siempre dispuesta a ello.

Á: ¿Y por qué te decantaste por ser enfermera de quirófano?
G: Estuve unos años en primaria, con sustituciones y derivados. Luego estuve un par de años en reanimación, que me encantó, pero tuve a mis hijos, me incorporé a reanimación cuando tenían año y medio y las noches eran malísimas. Entonces me cambié a quirófano porque era un turno mejor. Pero ahora ya me ha enganchado, algo que no creía que pudiera pasar. Pero ahora ya sí.

Á: ¿Te gusta la enfermería de quirófano?                                 
G: Sí, porque igual desde fuera piensas que el quirófano es sólo instrumentar, pero es mucho más. Es cuidar y sustituir al paciente en ese período de tiempo, tanto si son dos horas como si son cinco, estás cuidando de esa persona y llega más allá de esas cajas y el instrumental quirúrgico. Y ves que puedes hacer mucho, sobre todo cuando ves a la gente llegar muerta de frío o de miedo, asustada cuando es su primera vez y hay muchas formas de actuar. Me gusta.

Á: Ahí hay también un buen fondo documental para escribir unos cuantos libros, ¿no?
G: Sí, en algún capítulo del libro también hablo de eso, que muchas veces vas con un problema a tu espalda y cuando hablas con el paciente, sobre todo en las colonoscopias, te contaban alguno de sus problemas y tú llegabas a la conclusión de que no te puedes quejar y si te dolía te aguantabas, porque no tienes derecho. Yo un día que fui mal a una colonoscopia, donde a una mujer le había salido un cáncer de mama y de colon, me dio una lección de vida y me animó ella a mí. Entonces hay que hablar con la gente y meterse un poco en su piel. 

Á: ¿Hay algún tema del que te guste escribir más que otros? ¿Algún tema que a ti te haga especial ilusión el contarlo?
G: Pues una vez que saqué mis sentimientos sobre mis seres más queridos en los primeros capítulos me centré en encontrar el lado bueno de las cosas e intentar animar a la gente a través de mis experiencias. Lo que me pasa a mí no es único, es general. Entonces si yo puedo ayudar con esto a alguien más pues, fenomenal.

Á: No sé si quieres añadir algo más, yo creo que te hemos conocido un poco más, que te van a conocer los compañeros y que lo poco que he leído de ti me ha encantado. Te animo a que sigas, porque creo que escribes de maravilla y profesionales y personas como tu hacen falta en este mundo.
G: Muchas gracias. Voy a seguir compartiendo cosas y si veo que tengo material de aquí a un tiempo pues a lo mejor me animo…

. . . . . . . . . . .

Autores: Ángel N. Velduque

Menú